El marco de actuación de Gabriela Carrillo es la ciudad contemporánea como fenómeno social, las formas particulares de habitar son los valores intrínsecos que definen su praxis.
En una primera escala de acercamiento el hombre se reconoce como el principal artífice del proceso creativo, su percepción y sensibilidad se manifiesta en la pérdida de los límites entre lo público y lo privado. En los Juzgados de Pátzcuaro el edificio se abre hacia el interior. El muro ovalado de piedra es el gesto que contiene la serie de jardines interiores entre los cuales transitan los espacios sin jerarquías.
La transparencia, el trabajo de la luz y la materialidad de piedra y madera construyen una atmósfera espacial que se rehúsa al encierro y dialoga sensiblemente con el contexto y la tradición. Una alternativa de arquitectura carcelaria en relación a los modos contemporáneos de comunicación, interacción y apropiación: “un sistema expuesto, abierto a la democracia y a la ciudadanía, con recorridos de luz, sombra, viento y silencio”.
Arquitectura no como respuesta instantánea sino como herramienta mediadora capaz de mover y hacer cosas. Lo contemporáneo se corre de la estética y de la plástica para encauzarse en la provocación múltiple e interdisciplinaria.